La Resurrección y la Libertad
La Santidad de Dios |
Jesucristo (es decir, Jesús el Mesías), murió una tarde hace unos 2000 años. Pero entonces, el domingo por la mañana, volvió a la vida para no morir nunca más.
¿Por qué es tan importante para nosotros algo que sucedió hace tantos siglos?
Es muy importante para aquellos de nosotros que hemos estado “unidos con Cristo” – como explica Pablo en su carta a los romanos.
Porque si hemos sido unidos a Cristo en la semejanza de Su muerte, ciertamente lo seremos también en la semejanza de Su resurrección.
Sabemos esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado con Cristo, para que nuestro cuerpo de pecado fuera destruido, a fin de que ya no seamos esclavos del pecado; porque el que ha muerto, ha sido libertado del pecado.
Y si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con El, sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de entre los muertos, no volverá a morir; la muerte ya no tiene dominio sobre El. Porque en cuanto a que El murió, murió al pecado de una vez para siempre; pero en cuanto El vive, vive para Dios.
Porque Cristo resucitó, también viviremos. Pero estamos unidos con Él no sólo en una resurrección futura. Nosotros morimos con Él, y nos levantamos con Él.
Hemos muerto al pecado y al juicio de Dios sobre el pecado. Ya hemos pagado el precio final en Cristo.
Y así, en vez de una realidad de muriendo y muerte, tenemos vida nueva y libertad. Y lo tenemos ahora.
Ya no somos esclavos del pecado y de la muerte.
¿Y cuál debe ser nuestra respuesta?
Así también ustedes, considérense muertos para el pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús.
Por tanto, no reine el pecado en su cuerpo mortal para que ustedes no obedezcan a sus lujurias; ni presenten los miembros de su cuerpo al pecado como instrumentos de iniquidad, sino preséntense ustedes mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y sus miembros a Dios como instrumentos de justicia. Porque el pecado no tendrá dominio sobre ustedes, pues no están bajo la ley sino bajo la gracia.
Hasta la resurrección, todavía vivimos en “cuerpos mortales”. Pero ya no somos esclavos de la muerte y el pecado.
Podemos ofrecer libremente nuestros cuerpos a Dios, estar verdaderamente vivos, para servirle.
Ya no estamos bajo la ley. La ley dice: “¡Sé perfecto, y si has pecado sólo una vez, todo ha terminado, ¡se dirige a la muerte eterna!”
Pero en gracia tenemos perdón, y un nuevo comienzo y nuevo poder para seguir al Dador de Vida.