Jueves Santo

Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todas las cosas en Sus manos, y que de Dios había salido y a Dios volvía, se levantó de la cena y se quitó el manto, y tomando una toalla, se la ciñó.  Luego echó agua en una vasija, y comenzó a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la toalla que tenía ceñida.

Cuando llegó a Simón Pedro, éste Le dijo: “Señor, ¿Tú me vas a lavar a mí los pies?”

Jesús le respondió: “Ahora tú no comprendes lo que Yo hago, pero lo entenderás después.”

“¡Jamás me lavarás los pies!” Le dijo Pedro.

“Si no te lavo, no tienes parte conmigo,” le respondió Jesús.

Simón Pedro Le dijo: “Señor, entonces no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza.”

Jesús le dijo: “El que se ha bañado no necesita lavarse, excepto los pies, pues está todo limpio; y ustedes están limpios, pero no todos.”  Porque sabía quién Lo iba a entregar; por eso dijo: “No todos están limpios.”

Entonces, cuando acabó de lavarles los pies, tomó Su manto, y sentándose a la mesa otra vez, les dijo: “¿Saben lo que les he hecho?  Ustedes Me llaman Maestro y Señor; y tienen razón, porque Lo soy.  Pues si Yo, el Señor y el Maestro, les lavé los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros.  Porque les he dado ejemplo, para que como Yo les he hecho, también ustedes lo hagan.”

Juan 13:3-15

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