Quizás ningún capítulo de Juan sea tan famoso como el capítulo 3 de Juan, y específicamente la conversación entre Jesús y Nicodemo.
A medida que avanzamos en el libro de Juan, estoy agradecido por el estudio de mi papá, Robert Cottrill, y fue él quien señaló que hay dos grandes necesidades del hombre que vemos aquí.
Las dos grandes necesidades del hombre…
En su naturaleza – su estado. Necesitamos una nueva naturaleza espiritual. Por eso necesitamos nacer en la propia vida de Dios: nacer de nuevo – nacer del Espíritu. Jesús habla de esto especialmente en Juan 3:3-8.
En su posoción – su estatus ante Dios. Estamos bajo condenación: necesitamos una manera de pagar la deuda, de que nuestro pecado sea perdonado. La pena debe pagarse: este es el milagro de la cruz de Cristo. Jesús habla de esto especialmente en Juan 3:14-18,36. El nuevo nacimiento también responde a esto. Un bebé recién nacido no tiene historia, ni tampoco “buenas obras” que ofrecer a Dios.
Nicodemo parece tener dificultades para entender lo que Jesús está diciendo (Juan 3:9). Quizás quería hacer algo para merecer la vida eterna. O tal vez quería traer consigo sus propias buenas obras y su gran aprendizaje.
El comentario de Jamieson, Fausset y Brown nos da otra posible razón para la confusión de Nicodemo:
Este sería un regalo maravilloso para una hermana en Cristo:
La figura del nuevo nacimiento, si se aplicara sólo a los prosélitos gentiles a la religión judía, habría sido bastante inteligible a Nicodemo, estando de acuerdo con el lenguaje de aquel día; pero que los judíos mismos necesitasen un nuevo nacimiento, le era incomprensible.
Es difícil de creer; después de todo, los judíos eran los “hijos de Abraham” (Lucas 3:8). Pero Nicodemo debería haberlo sabido. Porque era Israel a quien el profeta Ezequiel le había hablado muchos siglos antes:
Entonces los rociaré con agua limpia y quedarán limpios; de todas sus inmundicias y de todos sus ídolos los limpiaré. Además, les daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de ustedes; quitaré de su carne el corazón de piedra y les daré un corazón de carne. Pondré dentro de ustedes Mi espíritu y haré que anden en Mis estatutos, y que cumplan cuidadosamente Mis ordenanzas. Habitarán en la tierra que di a sus padres; y ustedes serán Mi pueblo y Yo seré su Dios.
Sí, ellos necesitaban ser limpiados del pecado (su posición/estatus). Pero Dios también les daría un corazón nuevo, una naturaleza nueva, un nuevo estado de ser, para que estuvieran verdaderamente vivos y obedientes a Dios. Ese es un mensaje para todos los pueblos de la tierra, porque todos tenemos las mismas grandes necesidades.
En esta serie meditaremos en el Evangelio de Juan, capítulo a capítulo.
El capítulo dos comienza con la maravillosa historia de Jesús en la boda en Caná. Se ha hablado mucho del vino, en relación con cuestiones de alcohol y embriaguez. Esas son discusiones importantes, pero ese no es el enfoque de este capítulo del Evangelio.
En cambio, el enfoque se explica en el versículo 11:
Este principio de Sus señales hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó Su gloria, y Sus discípulos creyeron en Él.
Pues, ¡sí! “…vimos Su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad” (Juan 1:14).
Los profetas hablaron de un día en el que Israel disfrutaría de una abundancia increíble; mire, por ejemplo, esta profecía de Amós:
«Vienen días», declara Yahvé, «Cuando el arador alcanzará al segador, Y el que pisa la uva al que siembra la semilla; Cuando destilarán vino dulce los montes, Y todas las colinas se derretirán. Restauraré el bienestar de Mi pueblo Israel, Y ellos reedificarán las ciudades asoladas y habitarán en ellas; También plantarán viñas y beberán su vino, Y cultivarán huertos y comerán sus frutos.
Y aquí está el Señor, el Cristo, dándoles a Sus discípulos un vistazo de Su poder y gracia. Este es un anticipo de lo que está por venir, porque Jesús guarda lo mejor para el final. ¡Siempre hay algo que esperar!
Satanás, en cambio, muchas veces nos tienta con algo dulce, que termina resultando amargo y mortal. A menudo vemos religiones falsas que muestran a las personas algo brillante y colorido, una especie de amor y aceptación, para luego aplicar el doloroso veneno de un dios falso.
Pero nuestro Señor Jesús guarda lo mejor para el final. Como le dijo a Natanael, “¡Cosas mayores que estas verás!” (Juan 1:50); a al lado de la tumba de su hermano, le dijo a Marta, “¿No te dije que si crees, verás la gloria de Dios?” (Juan 11:40)
Los judíos tenían lista su agua de purificación. Pero Jesús la transformó en vino. Los judíos tenían lista el agua de purificación, pero Jesús estaba listo para derramar el Espíritu Santo (Juan 1:33; Juan 3:34). Y algún día Jesús gobernará con gracia, abundancia y gozo que el mundo nunca ha visto.
Esta lista de características de Kenneth Yeo (adaptada por Robert Cottrill) nos recuerda la maravillosa gracia de Cristo:
El Señor da:
lo mejor, sin comparación.
en abundancia.
según su propio horario, no el nuestro.
a través de nuestra completa obediencia.
lo que necesitamos, aunque al principio no lo parezca (tenían agua, necesitaban vino).
lo mejor al final.
Cristiano, te puedo asegurar hoy – de la Palabra de Dios – ¡Cosas mayores que estas verás!
En esta serie meditaremos en el Evangelio de Juan, capítulo a capítulo.
“Una profeta … más que un profeta.” Así describió Jesús a Juan el Bautista en Lucas 7:26. Juan fue un gran profeta en muchos sentidos, y esto es especialmente claro en el primer capítulo de Juan.
¿Cómo? Buen, a Juan se le hacen cinco preguntas en este capítulo; observe cómo responde:
Q. ¿Quién eres tú? (¿Cómo responderías? Probablemente diría algo sobre mí o mi misión. Pero Juan no…)
A.Yo soy la voz del que clama en el desierto: “Enderecen el camino del Señor”, como dijo el profeta Isaías. (cf. Isaías 40:5 – nota – el “Señor” que viene es Yahvé – en este caso, habla de Jesucristo.)
Q. Entonces, ¿por qué bautizas, si tú no eres el Cristo, ni Elías, ni el Profeta?
A.Yo bautizo en agua, pero entre ustedes está Uno a quien ustedes no conocen. Él es el que viene después de mí, a quien yo no soy digno de desatar la correa de la sandalia.
¡”El testimonio de Juan”! (Juan 1:19) Se le hacen 5 preguntas, todas sobre él mismo. Aparte de dos simples respuestas negativas, ¡él responde señalando al Señor Jesús en lugar de a sí mismo! Tenía una mente disciplinada para concentrarse en las cosas más importantes de la vida. Tenía el propósito decidido de exaltar a Jesús en lugar de promocionarse a sí mismo.
Ellos ni siquiera mencionaron a Cristo, pero él sí – de inmediato. Luego señaló la venida de Yahvé y la necesidad del arrepentimiento en Isaías 40. Y finalmente señala el ministerio y posición exaltada de Jesús.
Este no es el único testimonio de Juan en el capítulo 1. Él explica que: