La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que la iluminen, porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera.
(Apocalipsis 21:23)
La gloria de Dios es algo que se habla a menudo, pero rara vez se define.
El Pueblo de Israel lo vio en el nube (Éxodo 16:10). Era como un fuego en la montaña (Éxodo 24:17).
“Gloria” es un nombre de Dios también – La Gloria de Israel (1Samuel 15:29). La gloria de Dios llenó el templo – Y no podían los sacerdotes estar allí para ministrar, por causa de la nube; porque la gloria de Jehová había llenado la casa de Dios. (2Crónicas 5:14)
De hecho, todo el mundo es lleno de la gloria de Dios (Isaías 6:3).
Aunque otros pueden tener “gloria”, la gloria de Dios es algo especial y único. Dios no dará su gloria a nadie, incluyendo a los ídolos de los hombres (Isaías 42:8).
Pues te he purificado, pero no como a plata; Te he probado en el crisol de la aflicción. Por amor Mío, por amor Mío, lo haréa, porque ¿cómo podría ser profanado Mi nombre? Mi gloria, pues, no la daré a otro.
(Isaías 48:10-11)
Dios nos da una idea de cómo es él a través de su gloria. Su gloria es luz, y poder.
Isaías habla de la venida del Mesías, y el mensajero que vendría delante de él (Juan el Bautista). Él dice de ese día: Y se manifestará la gloria de Jehová, y toda carne juntamente la verá; porque la boca de Jehová ha hablado. (Isaías 40:5)
El Hijo de Dios, el Mesías, quien es Dios, tiene su gloria (Mateo 25:31; Lucas 9:28-32). Él es la gran revelación de Dios de Sí mismo (Hebreos 1:3).
Simeón reconoció que Jesús era la gloria de Dios, cuando él lo vio como un pequeño bebé.
Había en Jerusalén un hombre que se llamaba Simeón. Este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel, y el Espíritu Santo estaba sobre él.
Y por el Espíritu Santo se le había revelado que no vería la muerte sin antes ver al Cristo del Señor.
Movido por el Espíritu fue al templo. Y cuando los padres del niño Jesús Lo trajeron para cumplir por El el rito de la Leya, Simeón tomó al Niño en sus brazos, y bendijo a Dios diciendo:
“Ahora, Señor, permite que Tu siervo se vaya En paz, conforme a Tu palabra;
Porque mis ojos han visto Tu salvación
La cual has preparado en presencia de todos los pueblos;
Luz de revelación a los Gentiles,
Y gloria de Tu pueblo Israel.”
(Lucas 2:25-32)
El plan de salvación de Dios en Jesucristo es una parte de su gloria. Es por eso que, a pesar de que “todos … están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23), esperamos en su gloria a causa de su salvación.
Por tanto, habiendo sido justificados por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, por medio de quien también hemos obtenido entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios.
(Romanos 5:1-2)
Hubo momentos en que la gloria de Dios se temía, como en el Monte Sinaí (Deuteronomio 5:4-5). Pero al final, los que se salvan se regocijarán en la gloria eterna de Dios. Tal vez su gloria se ve en todo lo que ha logrado, en el tiempo y la eternidad.
¡A Dios sea toda la gloria!