El capítulo 12 de Juan es probablemente más famoso por la Entrada Triunfal. Al mirar atrás, al principio parece casi un acontecimiento trágico. Jesús viene a Jerusalén para morir como un criminal.
Pero nos alegramos de su venida, aun sabiendo que le esperaba una cruz, sobre todo sabiendo que le esperaba una cruz, porque esta era su obra voluntaria que conduciría a nuestra salvación. El mismo profeta Zacarías le dijo al pueblo que se alegrara.
¡Regocíjate sobremanera, hija de Sión! ¡Da voces de júbilo, hija de Jerusalén! Tu Rey viene a ti, Justo y dotado de salvación, Humilde, montado en un asno, En un pollino, hijo de asna.
Pero hay algo aún más sorprendente en el capítulo 12, que a menudo se pasa por alto.
Jesús enseñó una vez más a las multitudes, advirtiéndoles que siguieran la luz mientras aún había tiempo. Luego Juan reflexiona sobre lo sucedido, diciéndonos que “aunque había hecho tantas señales delante de ellos, no creían en Él” (Juan 12:37).
Primero cita el comienzo de la maravillosa profecía de Isaías acerca de la muerte y resurrección de Cristo Isaías 53. “Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio? ¿Y a quién se ha revelado el brazo del Señor?” (Juan 12:38)
De hecho, llegó un momento en que Dios mismo ocultaría la verdad a quienes rechazaron a Cristo. Juan parafrasea otro texto de Isaías: “Él ha cegado sus ojos y endurecido su corazón, para que no vean con los ojos y entiendan con el corazón, y se conviertan y Yo los sane” (Juan 12:40). El juicio de Dios estaba llegando.
Pero, Juan, ¿estás seguro de que este texto realmente se aplica? Después de todo, ¡Isaías escribió cientos de años antes de que naciera Jesús! Ah, sí . . . Juan continúa con su reflexión:
Esto dijo Isaías porque vio Su gloria, y habló de Él.
Un momento… ¿el profeta Isaías había visto a Jesús? ¿Siglos antes? Bueno, ¡me gustaría saber más sobre esto!
¿Cuándo vio Isaías a Cristo? El texto que Juan acaba de mencionar es del capítulo 6 de Isaías, e Isaías efectivamente tiene una visión en ese capítulo. De hecho, la proclamación del juicio es de esa visión.
En el año de la muerte del rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y la orla de Su manto llenaba el templo. Por encima de Él había serafines. Cada uno tenía seis alas: con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies y con dos volaban. Y el uno al otro daba voces, diciendo: «Santo, Santo, Santo es el Señor de los ejércitos, llena está toda la tierra de Su gloria». Y se estremecieron los cimientos de los umbrales a la voz del que clamaba, y la casa se llenó de humo.
Entonces dije: «¡Ay de mí! Porque perdido estoy, pues soy hombre de labios inmundos y en medio de un pueblo de labios inmundos habito, porque mis ojos han visto al Rey, Yahvé (Jehová) de los ejércitos».
¡Aquí está! ¡Isaías vio al Señor! Y los serafines dicen, “¡Llena está toda la tierra de Su gloria!”
Y aquí tenemos otra confirmación de que esto es a lo que se refería Juan. Él habría estado familiarizado con la traducción griega de Isaías, que en lugar de mencionar el “manto” del Señor, dice: “La casa se llenó de su gloria“. Isaías vio su gloria, la gloria del Hijo de Dios.
Pero el mismo Isaías dice que vio a Yahvé, Jehová, el Dios Todopoderoso. Así es. Isaías vio a Cristo.
La gloria de Cristo fue tan abrumadora que Isaías temió morir en ese momento por su pecado. Pero en Cristo hay perdón (Isaías 6:6-7).
¿Cómo era posible que el pueblo no se postrara en adoración ante el glorioso Rey? No entendieron la verdad. Si la hubieran entendido, dice el apóstol Pablo (hablando de los gobernantes de la época), “no habrían crucificado al Señor de gloria” (1 Corintios 2:7-9).
Rechazaron al Salvador, rechazaron la verdad que Él les ofrecía, y ahora sus ojos estaban cegados. Y el Dios que decían adorar estaba con ellos, en carne humana.
Pero algunos sí creían que Jesús era el Mesías. ¿Dónde estaban? Juan nos ofrece este triste juicio:
Sin embargo, muchos, aun de los gobernantes, creyeron en Él, pero por causa de los fariseos no lo confesaban, para no ser expulsados de la sinagoga. Porque amaban más el reconocimiento de los hombres que el reconocimiento de Dios.
Hay algo que no se ve aquí en la traducción al español. La palabra para “reconocimiento” o “aprobación” u “honra” aquí es la misma palabra que vemos en el versículo 41. La palabra es “gloria”.
La brillante, abrumadora, pura y santa gloria de Dios fue desechada por la temporal “gloria” o “aprobación” pecaminosa de meras criaturas.
¿Con qué frecuencia tomamos la misma decisión tonta? ¡Elijamos la gloria del Dios de los ejércitos por encima de todo lo demás!
En esta serie meditaremos en el Evangelio de Juan, capítulo a capítulo.
El capítulo cuatro del Evangelio de Juan encuentra a Jesús ocupado haciendo discípulos en Judea, Galilea y Samaria. Aquí, Jesús nos da una maravillosa enseñanza sobre cómo debemos servir a Dios nosotros mismos.
Jesús y sus discípulos están trabajando juntos para llevar el evangelio a la gente. Aprendemos que los discípulos ayudaron a Jesús bautizando a la gente (Juan 4:2). Los discípulos también sirvieron obteniendo comida durante sus viajes (Juan 4:8). Sin duda, esta ayuda práctica liberó a Jesús para enseñar.
Pero este capítulo también presenta un contraste entre Jesús y sus discípulos. Es obvio que Jesús tenía una perspectiva mucho más amplia y de más largo plazo que la de los discípulos.
Probablemente con cansancio y sed después de horas de viaje, Jesús pidió de beber a la mujer samaritana (Juan 4:7). ¿Finalmente tomó un trago de agua? No lo sabemos, porque Él dio prioridad a hablar con ella sobre su necesidad del Mesías.
Cuando los discípulos regresaron del pueblo con comida, esto es lo que leemos:
En esto llegaron Sus discípulos y se admiraron de que hablara con una mujer, pero ninguno le preguntó: «¿Qué tratas de averiguar?» o: «¿Por qué hablas con ella?».
Ah, sí, ¿qué estás tratando de descubrir? ¿Qué buscas? Los discípulos se sorprendieron al verlo hablando con una mujer, y de hecho, una samaritana no judía.
Pero Jesús le había dado la respuesta a la mujer, usando la misma palabra para “buscar”:
Pero la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque ciertamente a los tales el Padre busca que lo adoren.
Me imagino a Jesús sonriendo, mirando a la gente que empezaba a salir del pueblo para ver a este Hombre del que les había hablado la mujer. Estaba emocionado, tal vez demasiado emocionado para comer, disfrutando la obra de Su Padre de encontrar verdaderos adoradores.
Jesús les dijo: «Mi comida es hacer la voluntad del que me envió y llevar a cabo Su obra. ¿No dicen ustedes: “Todavía faltan cuatro meses, y después viene la siega”? Pero Yo les digo: alcen sus ojos y vean los campos que ya están blancos para la siega…
Ninguno de nosotros va solo al trabajo (1Corintios 3:6). Robert Cottrill señala que esta verdad debería suscitar tres respuestas:
Humildad: Nos necesitamos el uno al otro. Somos parte de un equipo.
Ánimo: No tenemos que hacerlo todo. Otros se sumarán a lo que hemos hecho.
Alabanza: Es Dios quien obra a través de nosotros y de los demás para atraer a otros hacia Él.
Los discípulos cambiaron sus planes. En lugar de terminar su viaje de inmediato, se quedaron dos días con los nuevos creyentes (Juan 4:40).
¡En este capítulo vemos el ministerio del Señor produciendo frutos! Los samaritanos fueron atraídos por un testimonio personal, pero transformados por la Palabra de Jesús (Juan 40:42). El oficial del rey, acudiendo a Jesús en su desesperada necesidad, finalmente creyó la Palabra de Jesús sin ver nada personalmente: ¡fe! (Juan 4:50)
Su Palabra es poderosa. ¿Estamos dispuestos a cambiar nuestros planes para disfrutar la obra de Dios en el mundo? ¿Estamos dispuestos a apartar la vista de nuestra próxima comida, mirar hacia arriba y ver la cosecha? ¡Las recompensas son grandes si podemos seguir el ejemplo de nuestro Señor!
Jesús les dijo: «Mi comida es hacer la voluntad del que me envió y llevar a cabo Su obra. ¿No dicen ustedes: “Todavía faltan cuatro meses, y después viene la siega”? Pero Yo les digo: alcen sus ojos y vean los campos que ya están blancos para la siega…
“Hoy vamos a hablar sobre los bordes de la vida, es decir, el comienzo de la vida humana y el final de la vida humana. Y en nuestro mundo moderno, esto plantea muchas preguntas, pero dos para hoy. ¿Es correcto terminar una vida temprano, como en un aborto? ¿Y es correcto terminar una vida cerca del final?”
“¿Qué significa que el hombre y la mujer fueron hechos a imagen de Dios? Si solicita cuatro opiniones, ¡podría obtener cuatro respuestas diferentes! Y, sin embargo, este podría ser el primer y más importante hecho de la antropología, el estudio de la humanidad.”
Este es un artículo escrito por mi padre, Robert Cottrill, sobre los conceptos básicos para crecer en la vida cristiana. Espero que te sea de ayuda.
Los Principios del Aprendiz-Siervo: Los Fundamentos del Discipulado Cristiano
Así como la historia independiente de uno comienza con el nacimiento en el mundo (un nacimiento físico), la vida cristiana debe comenzar con un nuevo nacimiento, un nacimiento espiritual (Juan 1:12-13; 3:3, 14-18, 36). La salvación mediante la fe personal en Cristo es el punto de partida de una nueva vida. Pero aunque esto es importante, no es nuestro destino final, sino el comienzo de un viaje. Delante de nosotros se encuentra el camino del discipulado.
Hacer discípulos para (y a) Cristo es una tarea fundamental encomendada a la iglesia. Debemos hacer “discípulos de todas las naciones” (Mateo 28:18-20). Esas son las órdenes de marcha que el Señor nos dejó en Su ascensión, una tarea que continuará “hasta el fin del mundo”. El corolario lógico de la necesidad de hacer discípulos es que el discipulado es un aspecto o función básica de la vida cristiana.
Debe recordarse que la salvación es una cuestión tanto de posición como de condición. Nuestra posición se refiere a lo que Dios nos acredita cuando ponemos nuestra fe en Cristo. Tiene que ver con el registro eterno del cielo. Según la Palabra de Dios, somos eternamente justificados, hijos de Dios, coherederos con Cristo, ciudadanos del cielo, et cetera. Somos “en Cristo”, posicionalmente, y hemos sido hechos “completos en Él” (Colosenses 2:10). Necesitamos entender la riqueza de nuestra posición, pero en su mayor parte ese no es el aspecto de ser cristiano del que estamos hablando aquí.
Los siete principios a continuación se relacionan con nuestra condición o nuestro estado en la experiencia diaria. A diferencia de mi posición legal “en Cristo”, tienen que ver con la revelación de “Cristo … en mí” (Gálatas 2:2) y el crecimiento del creyente a través del proceso de discipulado. A diferencia de nuestra posición, que es constante e inmutable, porque Dios nos ve en Cristo que nunca cambia, nuestra condición puede variar. Dependerá de la consistencia de nuestro andar diario en el Espíritu si Cristo es visto en nosotros o no (Gálatas 5:25).
La palabra griega para discípulo (mathetes) describe a alguien que es un aprendiz. Y es evidente que aprender de Cristo conducirá en última instancia a que la semejanza de Cristo se reproduzca en nosotros. En ese sentido, él se nos presenta como el Siervo maestro (Marcos 10:45; Filipenses 2:7). Entonces, ser un discípulo implicará ser tanto un aprendiz como un siervo. (En los principios que siguen, el término aprendiz-siervo se usará como sinónimo descriptivo de la palabra “discípulo”). El ministerio fructífero para Dios es un aspecto inseparable del discipulado. “Les he dado ejemplo”, dice Jesús, “para que como Yo les he hecho, también ustedes lo hagan.” (Juan 13:15; cf. vv. 3-5, 14, 35). “En esto es glorificado Mi Padre, en que den mucho fruto, y así prueben que son Mis discípulos” (Juan 15:8).
El llamado al discipulado es un llamado a la disciplina personal y la abnegación (Lucas 9:23; Lucas 14:27). (La palabra en español matemáticas proviene de una forma del griego mathetes. Por lo tanto, el término connota una vida estructurada gobernada por reglas específicas.) La disciplina marca el camino del aprendizaje, mientras que la abnegación está en el corazón del servicio. Ambos nos imponen limitaciones. La disciplina excluye aquellas cosas que obstaculizan el aprendizaje y el crecimiento, mientras que la abnegación dice “No” a aquellas cosas que desviarían nuestro servicio. Por lo tanto, por su propia naturaleza, el discipulado no puede ser simplemente un extra. Requiere un lugar significativo y ampliamente influyente en nuestras motivaciones (Romanos 15:3).
Principio #1 – El Concepto del Aprendiz-Siervo: Aprender y Servir
Las responsabilidades de vida del hijo de Dios involucran dos dimensiones que se cruzan. Por el poder del Espíritu Santo que mora en él, debe aprender, crecer en la gracia1 y ser un siervo fiel del Señor2. Aprendiz de Dios a través de Su Palabra y siervo de Dios entre creyentes e incrédulos. Aunque estas dos funciones se pueden definir y analizar por separado, están fundamentalmente vinculadas. Hay un sentido real en el que aprendemos para servir (ver 2Timoteo 2:2,15; 3:14-17). Al enseñarnos, Dios nos confía una mayordomía para ser usada por Él.
Principio #2 – El Propósito del Aprendiz-Siervo: Glorificar a Dios
El Señor ha hecho todo lo que existe para Su propio placer3 y Su propia gloria4. La Asamblea de Westminster lo dijo hace siglos: “El fin principal y más noble del hombre es el de glorificar a Dios y gozar de él para siempre”. El diseño del Señor para el aprendiz-siervo es parte de ese gran propósito que todo lo incluye: glorificar a Dios. Debemos hacer “todo para la gloria de Dios” (1Corintios 10:31), y que “todo” que “hacemos” puede definirse ampliamente como nuestro servicio para el Señor.5
Principio #3 – La Prioridad del Aprendiz-Siervo: Ser un Discípulo
Ser discípulo de Jesucristo no es simplemente una de las muchas facetas diferentes de la vida. Es convertirse en el núcleo central y la motivación de todo lo que hacemos. Por ejemplo, un hombre no es un padre, un vendedor y un aprendiz-siervo. Él es un aprendiz-siervo en el hogar y en el trabajo, y en todas partes.6 Siendo así, el desarrollo de aprendices-siervos también debe ser fundamental para el propósito de cualquier forma de entrenamiento cristiano. Ya sea que esto se traduzca o no en una medida de tiempo (la mayoría de las horas dedicadas), definitivamente será una perspectiva dominante. Veremos que todo lo que hacemos influye en el proceso de discipulado en nosotros mismos y en los demás.7
Principio #4 – La Perspectiva del Aprendiz-Siervo: Probar Todo por las Escrituras
Ninguna cualidad, idea o acción puede evaluarse con precisión hasta que se ve desde la perspectiva de Dios (Mateo 4:4; Colosenses 2:4,8; 3:10,16). El humanismo se basa en la mentira de Satanás de que el hombre no necesita a Dios, que puede, de hecho, ser su propio dios (Génesis 3:5; Isaías 14:12-15; Romanos 1:25; 2Tesalonicenses 2:3-12; cf. Proverbios 14:12). La fe cristiana se basa en una premisa totalmente opuesta: que toda “verdad” debe estar sujeta a lo que Dios dice en su Palabra. “Por la fe entendemos” (Hebreos 11:3; cf. Proverbios 9:10; 28:5). Nuestro objetivo debe ser ver la vida de manera coherente desde el punto de vista de Dios.
Con la verdad de la revelación de Dios como su autoridad final, el aprendiz-siervo evalúa todo de acuerdo con tres pruebas o parámetros bíblicos. Se podría decir que él ve todo a través de tres lentes bíblicos: el propósito de Dios8, la autoridad de Dios,9 y el poder de Dios.10
Principio # 5 – El Carácter del Aprendiz-Siervo: Ser como Jesús
Fuimos hechos a imagen de Dios en el principio, y es Su deseo que reflejemos una semejanza a Su Hijo (Génesis 1:26-27; Romanos 8:29; Gálatas 4:19; Efesios 4:13). Ser formado a la semejanza de Cristo, a través del proceso de discipulado, significará que el carácter del aprendiz-siervo mostrará cada vez más cuatro cualidades clave: fe en11 y obediencia a12 Dios, sabiduría piadosa,13 y amor cristiano.14
11 La fe cristiana se basa en la verdad de Dios revelada en Su Palabra infalible (Mateo 24:35; Juan 5:46; 17:17; Romanos 4:21; 10:17; Hebreos 11:6). La Biblia proporciona una base sólida sobre la cual se puede construir la fe (cf. Lucas 6:46-49). 12 En reconocimiento de la propiedad de Dios y la autoridad soberana sobre él, el aprendiz-siervo acepta y se adhiere a Su norma de conducta (Salmo 24:1; Santiago 4:13-15; 1Juan 2:15-17); ver también Principio #4, Nota 2). La sumisión a la autoridad de Dios mediante la obediencia a Su Palabra se convierte en la base de nuestro estándar moral. 13 La Palabra de Dios nos ayuda a establecer un sistema de valores eternos que comprende Su propósito y diseño (Romanos 8:28-29; Efesios 2:6-7,10; Proverbios 9:10; y vea el Principio #4, Nota 1). El aprecio por el propósito de Dios forma la base de nuestros valores y prioridades en la vida. Cuando ese entendimiento se aplica a la experiencia diaria, el resultado es una demostración de sabiduría piadosa. 14 El amor puede definirse como la entrega sacrificada de uno mismo por el bien y la bendición de otro (1Corintios 13:4-8; cf. Juan 3:16). Es posible gracias a la habilitación misericordiosa de Dios (1Crónicas 29:11-14; Mateo 22:37-40; Juan 8:42; Romanos 5:5; 13:8-9; 2Corintios 5:14; Efesios 4:15-16; 5:2;Colosenses 3:14; y ver Principio #4, Nota 3). El poder de Dios es la fuente y el recurso principal de nuestro potencial para amar. Sus generosos dones de tiempo, talentos y tesoros cumplen el propósito por el cual fueron dados cuando fluyen a través de nosotros, de regreso al Señor y hacia los demás. Esa es la esencia del amor (Juan 13:34-35; 14:15,21,23; Gálatas 6:2,9-10; 1Juan 2:5; 3:14-18; 4:20-21).
La Biblia también describe lo que sucede cuando el hombre trata de convertirse en su propio dios y en su propia fuente de verdad, determinando sus propios valores y normas, y confiando en su propio potencial humano (Proverbios 14:12; cf. Isaias 53:6a). ; Juan 5:39-44). De hecho, estas áreas corresponden a las categorías básicas de pecado: incredulidad y autogobierno, materialismo y sensualidad. Son evidentes en el primer pecado en Génesis 3:6: “Bueno para comer” (para satisfacer las ansias de la carne), “agradable a los ojos” (una perspectiva materialista), “deseable para alcanzar sabiduría” (autogobierno). Y todo esto tiene sus raíces en el rechazo de la verdad revelada de Dios (vv. 1, 4).
O piense en las tres categorías en 1Juan 2:15-17: “la pasión de la carne” (sensualidad, un abuso de potencial), “la pasión de los ojos” (materialismo: lo que veo es lo que quiero, un distorsión de valores), “y la arrogancia de la vida” (autogobierno que marca su propio norma). O vea Hebreos 12:15-16: “ninguna raíz de amargura” (proveniente del autogobierno y una violación percibida de “mis derechos”), “persona inmoral” (la sensualidad), o “profana” (una que devalúa las cosas de valor superior como lo hizo Esaú: el materialismo).
Una palabra que se utiliza a veces en la educación cristiana es la integración. Proviene de la palabra latina integratus, que significa hacer total o completo. El desarrollo y crecimiento que tiene lugar a medida que aprendemos de la Palabra de Dios (1Pedro 2:2) junta todas las piezas en su relación y equilibrio adecuados. Y la vida solo puede integrarse completamente y adecuadamente dentro de una infraestructura bíblica (Deuteronomio 8:3). Para decirlo de otra manera, nadie puede estar verdaderamente completo y satisfecho hasta que haya ajustado su vida al propósito, la autoridad y el poder de Dios.
Para ver cuánto tiene que decir la Biblia sobre la vida integrada, considere que este es a menudo el significado y la intención de la palabra “perfecto” en la NBLA o RV60. Dios tiene Su perfecta voluntad para nosotros (Romanos 12:2), que une todos los hilos enredados de la vida para formar un tapiz de gran belleza. La aplicación de Su Palabra a la vida produce personas “perfectas” (2Timoteo 3:16-17), donde la palabra no se usa en el sentido de perfección sin pecado, sino de madurez y plenitud. Dado que Cristo es el ejemplo supremo de tal integración en carácter y conducta, podemos resumir el ideal con la frase semejanza a Cristo.
Principio #6 – La Esfera del Aprendiz-Siervo: Vivir y Servir Donde Dios lo Ponga
El aprendiz-siervo vive en varias esferas que a veces se superponen, dentro de las cuales tiene las responsabilidades que Dios le ha dado. Las cuatro “esferas” más comunes son: el hogar (Colosenses 3:18-20), la iglesia local (Colosenses 3:12-16), el lugar de trabajo (Colosenses 3:22–4:1) y el comunidad, que por extensión se convierte en la nación y el mundo (Colosenses 4:5-6). (1Pedro 2:4-3:7 cubre las mismas cuatro áreas). Dado que a veces nos relacionamos con las mismas personas en más de una esfera, habrá cierta superposición. Pero lo importante es vivir para el Señor consistentemente donde estamos (cf. la parábola del buen samaritano, Lucas 10:25-37).
Además de vivir dentro de varias esferas superpuestas, el aprendiz-siervo también funcionará como parte de una cadena de mando y un círculo de amor. La cadena de mando describe a las personas que están por encima de nosotros ante quienes somos responsables y a las que están por debajo de nosotros de quienes somos responsables. El círculo del amor está compuesto por aquellos individuos dentro de una esfera particular a quienes tenemos la oportunidad de demostrar un amor como el de Cristo.
Debido a la superposición, la cadena de mando no siempre es simple y directa. Además, se verá que aquellos en nuestra cadena de mando también se vuelven parte de nuestro círculo de amor. Los dos, por tanto, no definen dos grupos exclusivos y separados, sino más bien dos formas de relacionarse con las personas. Ambos aspectos se pueden ver en muchas Escrituras (por ejemplo, Juan 13:34-35; 14:15; Romanos 13:1-4, 8-10; 1Tesalonicenses 5:12-13; 1Juan 3:23).
Si viviéramos en una teocracia, con toda la sociedad operando consistentemente sobre principios bíblicos, la sumisión dentro de la cadena de mando en cualquier esfera no presentaría ninguna amenaza de compromiso. Sin embargo, todavía no vivimos en un mundo ideal. Puede haber ocasiones en las que obedecer a un superior nos involucre en una desobediencia directa a Dios. En tales ocasiones, una apelación cortés al que tiene la autoridad puede revelar cierta flexibilidad: una disposición de aceptar una alternativa creativa para alcanzar una meta legítima. Sin embargo, si esto no es posible, debemos obedecer a Dios con humildad, aceptando las consecuencias (Hechos 5:28-29, 40-42).
Principio #7 – La Función del Aprendiz-Siervo: Alabar, Edificar y Testificar
Cada aprendiz-siervo ha sido dotado de manera única por el Señor para cumplir tres funciones principales: la exaltación de Dios (adoración), la evangelización de los perdidos y la edificación (desarrollo) de los creyentes y, en algunos aspectos, también de los incrédulos. (Se verá de inmediato que estos tres no solo definen el funcionamiento del aprendiz-siervo individualmente, sino que resumen el trabajo de la iglesia local).
Un Creador todo-sabio le ha dado a cada aprendiz-siervo un complejo de dones únicos, preparándolo para hacer una contribución única en el mundo (Génesis 1:26-27; Salmo 139:13-16; Romanos 12:4-8; 1Corintios 12:14-27). Al percibir la vida desde una perspectiva bíblica, debe interactuar con el mundo que lo rodea (y por encima de él) de tres maneras principales.
Por palabra y obra, el aprendiz-siervo debe traer alabanza y gloria a Dios (Salmo 29:2; 45:11b; y vea Principio #2). “A los tales busca el Padre para que le adoren” (Juan 4:23-24). Y Dios es glorificado no solo por nuestras acciones, sino por nuestro mismo ser. Él es glorificado en nosotros cuando nosotros, sus portadores de la imagen, reflejamos la belleza de su carácter. Él es glorificado en nosotros cuando cumplimos el diseño y el propósito para el que fuimos creados, porque así demostramos Su infinita sabiduría y bondad al hacernos como somos.
Cuando la vida del discípulo de Cristo se define de esta manera, solo podemos decir con Pablo: “para estas cosas, ¿quién está capacitado?” (2Corintios 2:16). La respuesta es que debemos depender del Espíritu de Dios quien mora en cada creyente nacido de nuevo (2Corintios 3:5). Muchos pasajes de las Escrituras nos aseguran que el Espíritu Santo provee todo lo que se necesita (Hechos 1:8; 1Corintios 2:12-13; 3:5-10; 15:10; 2Corintios 3:18; Gálatas 5:22-23; Colosenses 1:28-29; 1Juan 4:4). En este sentido, la Biblia habla de ser lleno del Espíritu y caminar en el Espíritu.
Efesios 5:18 dice: “sean llenos del Espíritu”. Es un mandato, y el tiempo verbal sugiere una responsabilidad continua; literalmente es: sean siendo llenado, sigan siendo llenado. Es útil saber que la palabra griega para “lleno” también puede significar satisfecho. A medida que el poder del Espíritu se vuelve operativo en nosotros y “llena” cada área de nuestra vida sin obstáculos por el yo y el pecado, él cumple en nosotros el propósito para el cual Dios nos ha creado. Esta llenura y satisfacción ocurre mientras caminamos en el Espíritu.
Gálatas 5:16 dice: “anden por el Espíritu, y no cumplirán el deseo de la carne”. Andar es la imagen común de la Biblia para una vida de fe y obediencia paso a paso hacia Dios. Eso define cómo se apropia y se mantiene la llenura del Espíritu. Llenar es lo que hace Dios; caminar es lo que hacemos. Mientras caminamos, él nos llena. Mientras él se llena, caminamos.
Los dos aspectos se relacionan con los ejes principales del diagrama aprendiz-siervo. El Espíritu Santo nos llena para lograr el propósito de Dios por su poder. El creyente camina por fe en la revelación de la Palabra de Dios y obedece a Su autoridad soberana. Como dice Filipenses: “ocúpense en su salvación con temor y temblor” (Filipenses 2:12). Ocúpate, andando en el Espíritu, en lo que Dios está haciendo en tu interior. “Porque Dios es quien obra en ustedes [por su poder] tanto el querer como el hacer, para Su buena intención [cumpliendo su propósito]” (2:13). Esta última es la esencia de Su ministerio de llenarnos.
La relación entre ser lleno y andar también se revela por el hecho de que Efesios 5:18 y Colosenses 3:16 son textos paralelos, como se ve en el contexto de cada uno. “Ser lleno”, esa es la parte de Dios. “Que la palabra de Cristo habite en abundancia en ustedes [que encuentre un hogar en su corazón]” – esa es nuestra parte, cumplida a través de nuestro continuo andar de fe y obediencia (cf. Colosenses 2:5-7). “El que pone atención a la palabra hallará el bien, y el que confía en el SEÑOR es bienaventurado” (Proverbios 16:20).
Un pensamiento final. A lo largo de los años, he descubierto que los diagramas compartidos anteriormente brindan una forma útil de comprender y analizar las Escrituras. Estos patrones se repiten una y otra vez. Si los utiliza y los encuentra útiles, ¿por qué no pasar el material a otras personas?
“Algunos judíos incrédulos en Grecia estaban organizando un complot secreto contra Pablo. Pero no creo que él sepa todavía sobre la conspiración mientras estaba en su escritorio, escribiendo Romanos…”
La historia de Pablo lo tiene todo: intriga, dinero, misterio … ¡echemos un vistazo! Este es un sermón de Romanos 15:22-33. Te será de ayuda seguir las notas mientras escuchas, aquí están.
En el Nuevo Testamento, después de la cruz, el templo no es un edificio. De hecho, los apóstoles hablan de tres templos – el cuerpo del creyente (1Corintios 6:19-20), la iglesia (1Corintios 3:16: Efesios 2:19-22), y Jesús mismo (Juan 2:19-22).
Pero de hecho, incluso en el Antiguo Testamento, el templo o Dios, o el tabernáculo, nunca fue como los templos de los paganos.
Para aquellos que rechazan al Dios verdadero, un templo es un lugar para su ídolo, donde las personas pueden usar ciertos rituales para obtener poder espiritual en la tierra. En un sentido, es una manera de localizar y controlar a tu dios. Es un conducto de los dioses a la tierra, que puedes usar para obtener lo que deseas.
Antes de los días del rey Salomón, el “templo” era una tienda, un tabernáculo móvil. Y encima del tabernáculo había una representación visual de la gloria de Dios, la nube durante el día y la columna de fuego durante la noche (Números 9:15). Pero no se quedó ahí.
Y cuando la nube se levantaba de sobre la tienda, enseguida los israelitas partían; y en el lugar donde la nube se detenía, allí acampaban los israelitas.
Cierto, el tabernáculo fue llamado la habitación de Dios (Éxodo 25:8). Pero no pudo contenerlo ni controlarlo. Ningún sacerdote o rey era el maestro; el único Maestro era Dios mismo. Siguió adelante cuando quiso, y se esperaba que la gente lo siguiera.
Salomón lo dijo bien:
Pero, ¿morará verdaderamente Dios sobre la tierra? Si los cielos y los cielos de los cielos no te pueden contener, cuánto menos esta casa que yo he edificado.
A diferencia de los dioses paganos, nuestro Dios no nos necesita ni a nosotros ni a nuestros templos. Él amablemente nos permite conocerlo y adorarlo, como el Creador soberano del universo, que hace lo que le place (Salmo 115:3). Como dijo Pablo:
El Dios que hizo el mundo y todo lo que en él hay, puesto que es Señor del cielo y de la tierra, no mora en templos hechos por manos de hombres, ni es servido por manos humanas, como si necesitara de algo, puesto que Él da a todos vida y aliento y todas las cosas. De uno solo, Dios hizo todas las naciones del mundo para que habitaran sobre toda la superficie de la tierra, habiendo determinado sus tiempos y las fronteras de los lugares donde viven, para que buscaran a Dios, y de alguna manera, palpando, lo hallen, aunque Él no está lejos de ninguno de nosotros.
El Dios vivo y verdadero es mucho más grande que cualquier cosa que podamos imaginar, más allá del control de cualquier persona o cosa. Y él es nuestro Dios.
Estas son las palabras del apóstol Pablo a la iglesia en Corinto, una parte de su sencilla presentación del evangelio. Cuando Jesús se levantó, se apareció a Cefas, luego al grupo central de discípulos (“los doce”, aunque eran once en ese momento), y luego se apareció a más de 500 personas.
¿Alguna vez te has preguntado sobre ese número exacto, 500? ¿Por qué no solo 11? ¿Por qué no 10,000?
Por supuesto, Jesús centró la mayor parte de su enseñanza en los apóstoles, como Pedro,Jacobo y Juan. Estos serían los maestros clave de la Fe, ya que el Espíritu les recordó lo que Jesús había enseñado (Juan 14:26).
Entonces, ¿por qué no aparecer ante el grupo principal, y nadie más? Bueno, el propósito de las apariciones de Jesús era que hubiera testigos (Hechos 13:31). Entonces, por supuesto, hay límites cuando solo hay 11. Pueden construir una base y hacer la enseñanza profunda, pero solo pueden estar en tantos lugares a la vez. Bueno.
¿Pero por qué no 10,000? Es decir, Jesús podría haberse aparecido a todos los que quisiera. Podríamos sugerir que solo había 500 creyentes en ese momento, pero para mi eso es bastante insatisfactorio. Después de todo, Jesús eligió a los creyentes (Juan 15:16). De hecho, incluso cuando se apareció a la gente después de su resurrección, algunos dudaron de sus propios ojos (Mateo 28:17). Entonces, si Jesús hubiera querido aparecer a los 10,000, ciertamente podría haberlo hecho.
Así que aquí hay una teoría en la que pensar. Estos 500 testigos comenzaron a viajar después de Pentecostés. Compartieron el evangelio a los cuatro vientos, a través de fronteras y mares. Entonces Pablo pudo decir con confianza: “¡Más de 500 personas vieron a Jesús vivo, Su cuerpo, vivo! Si no está seguro, busque a una de estas personas. Claro, algunos han muerto, ¡pero la mayoría todavía están por aquí!”
Perfecto. Ahora, aquí está el problema. Si alguien me dice que vio a Jesús caminando después de ser crucificado, ¿por qué debería creerle? Bueno, están sucediendo milagros, pero digamos que soy muy escéptico. O digamos que hay falsos “milagros” y la gente está siendo engañada. ¿Cuál sería una gran protección contra cualquier José o Juan que afirme ser un testigo y enseñar un evangelio falso?
Bueno, ¿quiénes eran estos 500? Probablemente eran discípulos en general. No “los Doce”, por supuesto. Pero las personas que habían pasado tiempo con Jesús, viajando con Él, aprendiendo de Él. Entonces, no solo conocían a Jesús, también se conocían entre sí.
En otras palabras, 500 es un número manejable, donde en general, la mayoría de ellos habría conocido a la mayoría. Entonces, si algún falso maestro viaja diciendo que él es uno de los 500, varios otros lo identificarán como un mentiroso. ¿Verdad?
Si Jesús se hubiera aparecido a 10,000, no habría tal salvaguarda. Podrías tener 100.000 personas dando vueltas diciendo ser alguien, enseñando sus propias ideas. Con 500, había un número lo suficientemente grande como para que fueran accesibles si viajaban en diferentes áreas, pero no tantos como para que su testimonio se diluyera inútilmente por los falsos maestros.
Por supuesto, los falsos maestros se infiltraron en la Iglesia. Pero Jesús proporcionó muchas salvaguardas para que pudieran ser identificados. Creo que este fue otro más, un número de testigos escogido de manera específica y estratégica, para la tarea de iniciar la Iglesia.
No creo que 500 aparecieran en el momento adecuado. Esto fue intencional por parte de Jesús. Quizás esa sea una de las razones.
A veces, cuando escucho a cristianos hablar de la Biblia, me pregunto: ¿somos demasiado espirituales?
De hecho, es muy interesante ver en qué se enfoca la gente cuando lee un pasaje de la Biblia. Una cosa que he notado es que nos encanta saber qué se supone que debemos hacer. Por ejemplo – no debemos estar orgullosos, debemos confiar en el Señor, no debemos robar, ¡gracias a Dios no estamos orgullosos como las naciones en Abdias!
Estas son realmente buenas respuestas. Bueno, ¡el último podría ser un problema! Pero bueno, es cierto que podemos aprender lecciones morales de la Biblia. Debemos obedecer al Señor. Pero es fácil concentrarse en “hacerlo mejor” y perderse el evangelio, ¿no es así? Después de todo, todos en el libro de Abdías están bajo juicio – Israel fue juzgado, Edom estaba a punto de ser juzgado, las naciones serían juzgadas – el único bueno es Dios (y quizás Sus “libertadores” en el versículo 21) . Y, sin embargo, de alguna manera esperamos Su salvación.
Pero aquí está la otra tendencia que tenemos (¿la tiene tu iglesia?). Tenemos una tendencia a interpretar todo “espiritualmente”.
Oh, pero, se supone que debemos ser espirituales, ¿verdad? Como dijo Pablo a la iglesia de Corinto, “… de lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las enseñadas por el Espíritu, combinando pensamientos espirituales con palabras espirituales.” (1Corintios 2:13). De hecho, se quejó de que los corintios no eran espirituales y que deberían serlo (1Corintios 3:1-3).
Bueno, así es, deberíamos ser espirituales. Pero ¿qué significa eso?
Tal vez cuando escuche “demasiado espiritual” piense en el viejo dicho que tenemos en inglés: “demasiado celestial para ser de bien terrenal”. Esto podría referirse a alguien que es todo charla, lleno de “amén” y “aleluyas”, pero que rara vez se ensucia las manos en el “mundo real”.
Bueno, eso no es realmente a lo que me refiero. Y no me apresuraría a acusar a mis hermanos cristianos de eso. Aunque estoy seguro de que todos tenemos nuestros momentos.
Esto es lo que quiero decir (¡si todavía estás leyendo!). Parece que somos rápidos en interpretar la Biblia de una manera puramente espiritual, es decir, de una manera que no es terrenal. Por ejemplo, actuamos como si esta vida no importara. Todo lo que importa es una vaga recompensa en el “Cielo”. Deberíamos amar – algo muy intangible – deberíamos adorar – igualmente vago – – –
Después de todo, el Antiguo Testamento trataba sobre la tierra prometida de Canaán, el Nuevo Testamento trata sobre la tierra prometida del Cielo, ¿verdad?
Esta podría ser una reacción en contra de muchas de las predicaciones falsas que la gente escucha, una predicación que enfatiza una experiencia inmediata o una promesa de riqueza y salud terrenales para todos los que la reclamen y tengan suficiente fe. Es cierto que este mundo no siempre es un lecho de rosas para los fieles (Hebreos 11:32-39).
Pero al otro lado, los escritores de la Biblia tienen los pies sobre la tierra. No solo en el Antiguo Testamento. Después de todo, el Hijo de Dios se convirtió en HOMBRE, ¿verdad? Nació, como nosotros. Cuando llegó el momento de comenzar Su ministerio público, ¿qué enseñó? Cómo tratar a su esposa. Cómo resolver desacuerdos. Cómo dar a los pobres.
Y comenzó a sanar los ojos de los ciegos, ¡sus ojos físicos! Dar poder a los cojos para que salten. ¡Resucitando a los muertos! ¡Sus cuerpos físicos!
¿Y qué significa “espiritual”, de todos modos? ¿Algo que no es real? Por supuesto que no. Cuando Pablo habló sobre los nuevos cuerpos que recibiremos en nuestra resurrección, los llamó “cuerpos espirituales”. Y, sin embargo, usó la ilustración de que hay muchos tipos diferentes de cuerpos: cuerpos animales, cuerpos humanos, incluso “cuerpos celestes” como el sol y la luna. Y sabemos que el “cuerpo espiritual” de Cristo pudo comer y pasear con sus amigos.
Parte de ser espiritual es ser consciente de que la vida es más de lo que nos es evidente de inmediato. Si no puedo verlo y tocarlo en este momento, eso no significa que no sea real. De hecho, hay una vida que es mucho más grande que esta breve vida que vivimos ahora.
Incluso la Nueva Jerusalén del Apocalipsis viene a la tierra.
Ese es un gran ejemplo, de hecho. Una y otra vez la Biblia nos habla de la salvación que viene de Jerusalén (ve Salmo 14:7; Isaías 46:13; Isaías 59:20; Abdías 17). ¿Se refiere eso a algún lugar celestial en el futuro? Bueno, eso podría depender del contexto, por supuesto. Pero solo un recordatorio: nuestro Salvador dejó sus huellas reales en Jerusalén. Y ofreció el sacrificio final en una cruz a las afueras de la ciudad. Y unas semanas después, los Apóstoles se pusieron de pie entre la multitud y predicaron el evangelio tal como lo conocemos hoy.
La salvación vino de una ciudad real en el Medio Oriente, hace un poco menos de 2000 años. ¿Quién lo hubiera creído?
Las Escrituras son muy reales, muy físicas. Si pasamos por alto eso, sí, podría llevarnos a no llevar nuestras vidas tan plenamente como deberíamos, podría llevarnos a ignorar las buenas obras que deberíamos estar haciendo. Pero también podría dar la impresión subconsciente de que los asuntos de “fe” son etéreos e irreales y no forman parte de mi vida diaria.
Lee Colosenses si quieres ver cómo funciona esto. Colosenses 1 – todo fue creado por medio de Cristo y para Cristo. Cristo mantiene el universo físico en marcha. Resucitó físicamente de entre los muertos. Y es la Cabeza de la Iglesia. A través de Su carne nos salvó. Él nos da la fuerza para trabajar duro en este mundo, haciendo el bien.
Y finalmente, en Colosenses 2:3, se describe a Cristo como Aquel “en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento”. Lo que sabemos, lo que entendemos, todo está en Cristo. Matemáticas, biología, ingeniería, incluso aprender a no estar orgulloso, todo está en Él.
¿Debemos ser “espirituales”? Sí, según la definición bíblica, ciertamente deberíamos ser espirituales. Pero a medida que leemos, comenzaremos a descubrir que ser “espirituales” significa que estamos mucho más presentes en este mundo de lo que pensábamos.
“Sirvió a Dios durante 40 años en un país extranjero como misionero, aunque nunca vio a un solo converso en su vida”.
¿Cuántos de nosotros hemos escuchado una ilustración como esta en un sermón o en un estudio bíblico? ¿Qué te viene a la mente cuando lo escuchas? Por supuesto, se supone que el punto principal es que debemos ser obedientes a Dios, sin importar las circunstancias, ya sea que podamos ver “resultados visibles” o no.
Pero, ¿qué más te viene a la mente? Tal vez, “yo nunca podría hacer eso”. O (seamos honestos) “¡¿¿Qué estaba haciendo mal??!” O tal vez nos preguntamos por las palabras de Jesús a sus discípulos, que deben “sacudir el polvo de sus pies” cuando una ciudad no los recibiría (Mateo 10:14).
En resumen, estamos tratando de averiguar qué es lo más importante, particularmente cuando se trata de servir al Señor. La parte 1 concluyó que los resultados, aunque muy importantes, no eran los aspectos más importantes a considerar. Entonces, ¿qué pasa con la obediencia? ¿Sirviendo fielmente al Señor? ¿Es eso “lo más importante”?
Está muy bien usar la palabra “fidelidad”, pero cuando empezamos a hablar de “hacer” la gente se pone nerviosa. Empezamos a pensar en alguna presión legalista para presentarnos, para verse bien, la idea de que “trabajar más duro” de alguna manera nos hace más aceptables a Dios.
Y, sin embargo, la Biblia enseña que nunca podremos hacernos lo suficientemente aceptables como para ser perdonados. Pedro reconoció esto cuando instó a la iglesia a no obligar a los creyentes gentiles a guardar la ley de Moisés: “¿Por qué tientan a Dios poniendo sobre el cuello de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar?” (Hechos 15:10) Incluso los judíos no pudieron “hacer” con éxito todas las cosas correctas.
Al mismo tiempo, todos sabemos que deberíamos estar “haciendo” algo. Nos han dicho que la Biblia no es un libro de reglas, pero aun así, ciertamente tiene muchos mandatos. Abro una página al azar, y Pablo nos dice que evitemos la lujuria, que dejemos de robar, que trabajemos con las manos, que evitemos palabras malas, que no peleemos, que seamos amables con los demás, que evitemos la inmoralidad y las bromas groseras… seguro que la Biblia es lleno de cosas que deberíamos o no deberíamos hacer.
Como señaló el famoso compositor/cantante cristiano Keith Green, la diferencia entre las ovejas y las cabras (en Mateo 25) “es lo que o lo que no hicieron“. Entonces, de alguna manera, nuestras obras son importantes.
“Así brille la luz de ustedes delante de los hombres, para que vean sus buenas acciones y glorifiquen a su Padre que está en los cielos.” (Mateo 5:16) Citamos esto en nuestro artículo de “resultados”. Nunca debemos alardear de nuestras buenas obras (Mateo 6:2, 5, 16), pero a medida que servimos al Señor, la gente verá, y eso es algo bueno. Esto no es ni siquiera obras “espirituales” invisibles, sino cosas tangibles que la gente nota.
Jesús alabó a las personas que hicieron cosas buenas. Piensa en la viuda pobre, que dio 2 monedas en el templo. ¿Se utilizaría el dinero con prudencia? No sé. Pero Jesús alabó su sacrificio a Dios (Marcos 12:43-44).
2Corintios 9:6-15 continúa con el tema de dar. Da generosamente (eso es “hacer”), y Dios te dará todo lo que necesites. ¿Todo lo que necesitas para qué? ¡Todo lo que necesitas para más buenas obras (el versículo 8)!
¿Pero no se pueden exagerar las obras? Por supuesto. Por ejemplo, sabemos que las obras no nos salvan. Solo podemos salvarnos cuando alcancemos la marca 100% perfecta, y eso no es posible.
Cuando empezamos a pensar que las obras son lo más importante, empezamos a pensar que más obras nos hacen más importantes. Eso conduce al legalismo (agregar a la ley de Dios para mostrar que somos aún mejores), exceso de trabajo, agotamiento, orgullo. Podemos enfatizar las obras visibles y externas. Podemos ignorar el hecho de que nuestra estrategia es mala y avanzar ciegamente solo porque necesitamos “hacer más”. Podemos empezar a pensar que lo único que importa es estar “ocupado” (en la obra de Dios, por supuesto). Al final, no tenemos tiempo para Dios mismo.
¿Y si no podemos hacer “lo suficiente”? Quizás nos enfermamos o tenemos que dejar un ministerio exitoso por cualquier motivo. Estamos envejeciendo y no podemos hacer lo que hicimos antes. Ya no tenemos la influencia que una vez tuvimos. Ahora estamos desesperados. Estamos deprimidos porque nos sentimos inútiles.
Sí, “hacer” es importante, pero no es lo más importante. Entonces, ¿cómo encaja “hacer” con “los resultados”?
Creo que los malos resultados son una señal de alerta, una razón para analizar más de cerca lo que estamos haciendo. Tal vez necesitemos cambiar nuestra estrategia o, como los discípulos que mencionamos al principio, simplemente “sacudir el polvo de nuestros pies”.
Sí, es importante ser fieles a lo que Dios nos llama a hacer, incluso si no vemos resultados visibles. Si miramos con atención y honestidad lo que estamos haciendo, y es lo que Dios quiere que hagamos, debemos seguir adelante. La obediencia es muy importante.
Pero si tenemos problemas en el departamento de “hacer”, eso también puede ser una advertencia: una señal de alarma que nos dice que algo aún más importante está fuera de lugar. Pero esa es una discusión para el próximo artículo.
Por tanto, mis amados hermanos, estén firmes, constantes, abundando siempre en la obra del Señor, sabiendo que su trabajo en el Señor no es en vano.